domingo, 12 de octubre de 2014

Desde entonces no creo en el cielo.

Cómo explicaros que hay personas que se van pero que en realidad se quedan para siempre.

Como deciros que mi pie derecho no camina solo porque le acompañe mi pie izquierdo, sino porque alguien un día me enseño que si le das la mano a la bondad llegas mucho más lejos (nunca donde ella, ojalá tan lejos como me enseñó) y desde entonces no quiero dejar de andar.

No quiero mirar y no verla, por eso me imagino que el hogar se lleva a cuestas y que ella siempre fue casa, que no hacía falta decirle quédate porque siempre estaba.

Con ella siento que el verbo “volver” solo puede ir acompañado de “ojalá ella”

Desde entonces no creo en el cielo. Creo en mí. Y vivirá mientras yo lo haga.



1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho, capta muy bien la esencia de perder a alguien que quieres que esté para siempre. Gracias por tu comentario en mi blog.
    Un saludo.

    ResponderEliminar

¿Te gusta lo que lees? Me gustaría saber las opiniones de todos aquellos que lleguen hasta aquí, y lean mis líneas.

Muchas gracias por tu opinión